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    En la trayectoria artística de Patricia Gómez sus obras parecen siempre apelar a historias, que quedan ahí latentes, pero imaginables. Se trata la suya de una narratividad sin tiempo, biológica, en la que la pintura trata, y consigue, atrapar los procesos orgánicos a los que los seres y las cosas estamos sujetos, y que  sólo a través de los cuales podemos expresar aquello que somos o hemos sido en cada momento.

    Si en Hilos de la Memoria, el tema que motiva a Patricia posee un gran contenido biográfico, en Latente la propuesta artística opta por un tema formalmente de género, el retrato femenino. Pero no deja de ser una mera apariencia superficial. Y lo que  Hilos de la Memoria  tiene de vínculo y continuidad de la existencia personal, son  ahora la fijación instantánea de imágenes fulgurantes, esas inquietantes miradas de mujer.

    Cabezas y rostros centran la presente exposición. Cuadros e instalación como dos partes enfrentadas de una misma idea, el espíritu habita la vida carnal, con  la esterilidad a la que se ve abocado  lo estrictamente  mental. Las cabezas seriadas, forradas de la pasta de billetes triturados, son  mentes de dinero. Multiplicables anónimamente representan la despersonalización absoluta y la no materialidad definitiva  que supone, con toda la  magnitud cultural que esto implica, el dinero.

    El dinero prima un único valor, el de ser medida universal de todas las cosas. Otra de sus características principales es el de su  canjeabilidad  absoluta, y, sobre todo, su esencia impererecedera, ajena a la naturaleza, pero monstruosamente viva. Con él la mente occidental ha conseguido, por fin, un absoluto por encima de las incertidumbres y finitudes de la existencia humana. Un logro del espíritu, equiparable, y cómplice, de la creencia en la vida eterna. Nuestras vidas parecen tener así una finalidad y un sentido inagotables.
 

   Frente a estas cabezas impersonales, los rostros de mujer que ha pintado Patricia Gómez, concentran en su mirada, fijadas temporalmente en un único instante-imagen, el desafío de lo no canjeable, el valor de lo vivido, incierto y efímero, en continua progresión hacia la descomposición de lo carnal, que se  expresa también  en la repintura de maquillajes y máscaras, para reforzar el arder perpetuo de la mirada. Hay, además, detalles simbólicos, imágenes que aplican referencias a lo inasible e indecible, a lo incontable en el vértigo de la existencia que nos arrastra.

 

 

Joaquín Medina
 

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